Es la historia de mi vida. No aprendo más. Y quiero contar el episodio para analizar en qué momento doblo en la esquina equivocada. O por qué.
Corría una noche estrellada de primavera. El cumpleaños, que caía en fechas de halloween, era en forma de fiesta pop por la zona trendy. Mi disfraz de Minnie me quedaba pintado, acentuaba mis bellezas y escondía mis defectos. La fiesta estaba concurrida; mucha momia, mucho punk y algunos bomberos. Pero a mi me llamaron la atención dos bellos romanos no relacionados entre sí. Y yo, paseándome con mi vestidido de motas que actuaba de afrodisíaco, logré que los dos quedaran flechados. Me perseguían con insistencia y yo no tuve más remedio que coquetear con los dos.
Uno alto, esculpido y de mirada profunda. El otro, ojos claros, sonrisa perfecta y humor de stand up. Hablé con uno y con el otro, bailé con uno y con el otro, brindé con uno y con el otro. Y no me lograba decidir.
Ellos se sabían en guerra y no bajaban las armas. Ponían lo mejor de cada uno para conquistarme. Uno me contaba sobre los viñedos de la familia, su deseo de encontrar el amor, sus dilemas existenciales, su entrenamiento en varios deportes extremos. El otro me hacía reír.
Una amiga de una amiga era amiga de los dos. Conocía sus historias, su pasado y su actualidad, y fuertemente me recomendaba al romano gracioso. Que el otro era muy rebuscado y demasiado niño para mí. Cinco años menos tampoco me parecía tanto, y el niño romano opinaba igual. No era una diferencia importante en la relatividad del universo, que tiene trillones de años, decía. Y me convenció. Me quedé hablando con él de cosas muy serias, aunque sinceramente yo escuché la mitad ya que sus duros pectorales y torneadas piernas me distraían un poco. Al finalizar la noche el romano de sonrisa fácil se me acercó con su último tiro, y el más serio de los dos, con su impaciencia romana, me dio el ultimatum. Tenía que elegir, no estaba de acuerdo con mi juego paralelo, él me quería con exclusividad. El otro sin embargo fue mas flexible y puso su toque de humor, con sonrisa colgate me pidió que no lo descartara, que lo pensara muy bien antes de elegir mal. Mi amiga me insistía por el gracioso, la amiga de mi amiga también, y yo, que tengo el radar quemado, me decidí por el Adonis, el que me hizo el planteo dramático, el que me presionó. A él le dí mi teléfono, a la vista testiga del descartado, quien se retiró cabizbajo diciéndome que esperaba hubiera ganado el mejor. Yo me fui de la fiesta triunfante, había elegido bien.
El gladiador de alto porte me llamó al otro día, ratificando mi buen tino de elección. Me invitaba a cenar la primera noche que yo tuviera libre. Coordinamos para el martes, día en que me volvió a llamar demostrándome su interés y mi suerte al elegirlo. Todo parecía indicar que estaba caminando hacia mi destino hasta que poniéndose muy serio en esa misma llamada me confesó haber mentido en su edad. Que no podía empezar una relación (alarma al escuchar la palabra con R antes de la primera cita) con una mentira a cuestas. Había falseado un poquito la realidad, pero sólo por 7 años. Ah, por 7 añitos nomás... CAAAMMAAA?? ¿Entonces yo era 12 años más grande que él? Los años de diferencia no pueden pasar de una década, yo soy una mujer tradicional. Así se lo dije, con la claridad que nos traen los años, y ahí le saltaron los defectos que la amiga de mi amiga me había intentado marcar. Los escándalos adolescentes por mi rechazo fueron varios, pero los soporté con altura, me los merecía por elegir mal. Durante una semana me siguieron llegando mensajes suyos a toda hora, algunos tiernos, otros desesperados, los últimos cuasi psicóticos. Exactamente como me lo describieron y yo no quise escuchar.
Cuando quise recobrar al otro, al de los ojos turquesas, la amiga de mi amiga me informó que él ya no estaba interesado, para mi mala suerte al día siguiente de mi rechazo, conoció a otra chica que sí lo eligió a él.
Esto es una clara lección para mí, basta de elegir al romano equivocado. Aunque seguramente no me sirva de nada. Ya estoy fregada.